Empresaria Internacional necesita jóvenes, gana 3000 soles en un mes. Av. Venezuela N° 1503 of. 303 Mar-Jue-Sab 4:30 pm. Cel 99631425.
Leo el anuncio, me convence.
Me encuentro a quince cuadras del lugar, en el día y la hora exacta. Llamo por teléfono. Me responde una voz entusiasta, la cual me indica que asista en el acto. Afirmo muy convencido y doy marcha a mi futuro empleo.
El edificio tiene tres pisos. Un portón negro te da la bienvenida. A los costados de esté, pequeñas tiendas de repuestos automovilísticos te dan poca confianza de ingresar. No hay nadie quien te impida el paso, me siento decidido a ingresar. Doy camino por el corredor, subo las escaleras y me encuentro en la segunda planta con un sujeto de bigotes abundantes y desordenados.
--Que deseas— se dirige hacia mí, sospechosamente.
--Voy al tercer piso, por el anuncio— le contesto e intento seguir mi paso.
--A tu vienes por el anuncio, es en el 303— me mira, se alegra y me da la espalda, continuando su camino y grita – Ingeniero!! Ingeniero!!---.
Las escaleras muestran un material acabado y sucio por el tiempo, en los rincones los adornan unos maseteros con sus marchitos ornamentos. El ambiente se hace oscuro, por la tarde fría y por la crema ennegrecida de las paredes. Llego a un hall desde el cual se vistan las “oficinas” - todo esto parece cuartos de vivienda – doy con el 303, es una puerta de madera cubierta por una reja negra. Toco el timbre. La puerta se abre lentamente, dejando ver el vació de un pequeño salón. Una cabeza de una muchacha chapoza asoma, se alegra, y vuelve a ocultarse.
¿Tanta felicidad causa mi llegada para los habitantes de este edificio?, me pregunto.
Sigo esperando afuera de la “oficina”. Ahora sale una señora, de tez trigueña y mediana estatura que luce un mandil celeste, abre la reja con total seguridad y me atiende.
--¿Tu vienes por el aviso no?— me mira fijamente.
-- Si, señora ¿De que trata ah?—respondo con curiosidad.
-- La señora aun no esta, ella te va explicar todo. Adelante, no tarda en venir—y abre toda la puerta, esperando mi ingreso.
Es un salón de dimensiones pequeñas, decorado con cuadros de un producto de vitaminas de toda su variedad – vitaminas para niños, para mujeres en estado, para señores, para los abuelos, para la inteligencia, etc. --. Una televisión encendida se hace mirar, muestra música hindú. La chica chapoza procede a poner un video, es una conferencia donde se encuentran miles de personas festejando la charla – al mismo modo de las alabanzas que hacen las nuevas religiones --, es sobre el producto que se ve en las paredes, Omnilife.
A un lado se encuentran sillas amontonadas unas sobre otras. Me dan una silla para sentarme. La sitúan frente a la televisión, como queriéndome convencer de la legitimidad del producto, quizás hasta hipnotizarme. De pronto me encuentro aislado en medio del cuarto, solo frente a la televisión, sin vecinos con quienes pelear el puesto. Atrás y a cierta distancia de mí, están las dos mujeres que me recibieron, en su mesita hablando en voz baja. En eso la señora se acerca con dos vasos de agua -es un liquido entre naranja y amarillo que muestra un origen muy raro-. Me lo ofrece.
--- Sírvase joven, la señora no tarde en venir— y me extiende un vaso.
--- No, gracias señora. Pero no deseo --- intento evadir tan peligrosa invitación.
--- Joven, no desconfié. Salud--- y se tomo el otro vaso que tenia de un bocado.
La miro. Veo sus dientes irregulares y escasos, color platino y amarillo. Me muestra una gran sonrisa. Me quedo con el vaso mientras ella regresa a su mesa. Doy un sorbo, tiene un sabor extraño, no es dulce ni amargo, pareciera algún jarabe o tal vez serian ideas mías. Dejo el vaso en mi mano, esperando que el tiempo pase.
Pasa una hora, van llegando vecinos. Todos ellos con su botellita de ese líquido, lo toman sin dudarlo. Como dándome confianza. Estoy seguro, esto es un complot.
Me desesperó, ha pasado una hora. Estoy con mi refresco en la mano y viendo ese aburrido video. Mientras que los demás se muestran entusiasmados en las palabrerías y promesas de sueños que te ofrecía el programa. En eso entra una señora, regordeta, se acerca a la mesa, susurra con la tipa de la sonrisa perfecta y toma asiento atrás de mi, sin decir palabra alguna. Pasa media hora mas, el sueño me empezaba a consumir, creo que su táctica era sedarme, aburrirme para robarme, eso pensé hasta ese momento.
De un momento a otro, la regordeta tipa se para. Apaga la televisión, y comienza su exposición entre los aplausos de mis vecinos. Explico, que ellos vendían un producto vitamínico el cual era reconocido en Latinoamérica. Pero que necesitaban incrementar sus ventas y hacerlo conocido en el Perú. Y así comenzó a mandar arengas. Empezó el juego dinámico entre preguntas y respuestas ya memorizadas por este grupo.
--- Quien quiere ganar dinero --- motivo la empresaria.
---- Yoooo --- respondió el grupo alzando sus manos.
Después de todo este juego entre ellos, “la empresaria” se dirigió hacia mí. Me explico que para pertenecer a este grupo tenía que pagar ciento diez soles, con lo cual aseguraba mi inscripción y me regalaban un botecito de vitaminas, una revista y su azulino maletín. Y con la condición de que el día que haga el pago, traiga mínimo dos personas más, que se muestren interesados y paguen la misma cantidad. Cuando llegara a la cantidad de diez personas, iba a comenzar a ganar dinero, así como viajes y entrar en sorteos de la empresa.
---Y cuanto ganaría por esas diez personas--- pregunte, entusiasta.
--- Tenemos que ver tu desempeño primero, pero el pago es en dólares--- y sonrió.
Revolví a formular la pregunta, pero se mostro esquiva y no dejaba de ilusionarme con una buena paga. Le confirmé que estaba interesado y el martes iba a regresar con el dinero. A lo que ella se mostró alegre y me dio su tarjeta, como cerrando el pacto. De pronto su respectiva despedida con un apretón de manos.
Salí de ese cuarto. Los deje en su celebración espontánea. Todo era un complot hacia mí. Baje rápidamente las escaleras y me encontré en la primer piso con el señor de los bigotes desordenados. Pase por su costado, y cuando estuve a punto de salir, me dijo:
---- ¡Cierra la puerta! --- mientras el se dirigía a subir las escaleras.
Frank Castle