
Los Cadillac con motores de 16 cilindros tan sólo abarcaron una década. De todas formas los mismos constituyen un capítulo sumamente interesante en la historia del automovilismo. La enorme sensación que produjo a principios de 1930 la aparición de un Cadillac con 16 cilindros, se vio notablemente incrementada por el factor sorpresa, pues el secreto sobre la gestación del V16 había sido mantenido con un hermetismo magistral. El affaire V16 había comenzado algunos años atrás, cuando Alfred P. Slogan, presidente de la todopoderosa General Motors, sintió la necesidad de reaccionar contra la pérdida de mercado que estaban atravesando sus sempiternos Cadillac de 8 cilindros. Si querían reconquistar a los compradores más selectos, tendrían que conseguir una suavidad de marcha y un silencio jamás conocidos. De ahí que la solución lógica fuese subdividir la pistonada y, ya por ese camino, el paso inmediato les llevaría al 12 cilindros. El problema fue que este tipo de motor era precisamente el que más carisma había dado a su marca rival "Packard", y así queriendo pasar por encima, llegaron hasta los 16 cilindros en V, algo nunca visto. Fue un auténtico bombazo. Pese a su altísimo precio, que sobrepasaba los 9.000 dólares en algunas versiones, entre 1930 y 1931 llegaron a venderse 3.350 unidades (y eso en la etapa más dura de la gran depresión económica, justo tras el famoso Martes Negro de WallStreet, acaecido en 1929). En realidad, el impacto del V16 había sido una locura, un espejismo en las difíciles circunstancias monetarias que el mundo atravesaba. Las ventas cayeron a 296 coches en 1932 y a 125 en 1933, para estabilizarse alrededor de los 50 ejemplares en todos los años posteriores, hasta que en 1937 se anunció el cese de su fabricación. Sin embargo, la saga de los Cadillac V16 no terminó ahí, porque en lugar de la desaparición anunciada, lo que ocurrió fue un relevo. Otra generación apareció en 1938 cuyo motor, si bien con 16 cilindros, tenía poco en común respecto de la anterior. Era una versión simplificada, en donde se buscaba mejorar el equilibrio de los cilindros colaterales y, de hecho, la disposición era tan abierta que se aproximaba mucho a un boxer. Por otra parte la apariencia del coche era menos aparatosa, más compacta y acorde con las nuevas tendencias. Además, los precios habían bajado sensiblemente, pues la versión más cara, la limusina de siete plazas, se ofertaba por 7.170 dólares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario